La brujería y la espiritualidad budista | National Geographic

Entre valles y montañas de acusado desnivel, allí donde Sierra Nevada cae con severa brusquedad buscando la cercanía con el Mediterráneo, los pueblos de la Alpujarra de Granada son copos de nieve entre bosques, barrancos y ríos de aguas muy limpias. En este territorio escondido, escenario de exilios y batallas, hay pueblos que contradicen las antiguas crónicas bélicas y que se diría como caídos del cielo. Soportújar es uno de ellos porque a su estética blanca une la espiritualidad de un centro budista allí donde solo hay silencio o a lo sumo el dulce silbido del viento.

Desde lo lejos todos los pueblos de la Alpujarra son bellos. Lo cierto es que de cerca también lo son. Soportújar forma parte de la denominada Alpujarra alta, pero llegar hasta aquí no es complejo. Es uno de los primeros pueblos que el visitante halla después de dejar atrás las carreteras que lo han traído hasta aquí y que atraviesan Lanjarón y Órgiva, el primero famoso por su balneario de aguas medicinales, y el segundo —arracimado a orillas del río Guadalfeo— por estar considerado capital administrativa de la comarca.

Soportújar está recostada sobre una severa montaña. Sus calles estrechas, sus plazas mínimas, la irregularidad de su urbanismo de origen morisco, la obsesión por la cal y la piedra de pizarra deja huecos, rendijas, líneas de fuga a encantadores miradores como la Era y la Plaza. Todo desde allí es altura, desnivel y permanente cuesta. La iglesia está consagrada a Santa María la Mayor. Y a diferencia de los templos mudéjares vecinos, la iglesia tiene un cierto aroma neoclásico en su exterior y una encantadora capilla barroca dentro.

Pero de unos años acá Soportújar ha explotado sus viejas leyendas de brujas y brujos. El topónimo, el gentilicio de los vecinos apela a estas palabras y aunque no se conocen historias de brujería —más propias de pueblos umbríos del norte que de la luz andaluza— el pueblo ha hecho suya esta estética de misterio, hechizo y miedo. Hay un centro de interpretación de la brujería que narra con todo lujo de detalles este fenómeno de origen incierto. La mayor parte de las historias que se cuentan en él no forman parte de la historia local sino de lugares muy alejados. El puente Encantado, la cueva del tío Añunas, conocida desde hace años como la cueva del Ojo de la Bruja, o el mirador del Embrujo son tres lugares que forman parte de un itinerario fantasioso y embaucador que tiene su mejor complemento en mayo y agosto, fiestas locales donde el pueblo se convierte en un aquelarre de disfraces y actos que convocan al misterio, el miedo y los fenómenos paranormales. En la fuente de las Brujas o en la era de las Cruces los vecinos se reúnen disfrazados y deleitan en días señalados a propios y extraños con cuentacuentos y leyendas que hacen temblar al más pragmático.

A la blanca población de Soportújar la corona una alta montaña, una atalaya alfombrada de castaños, manzanos y perales en las cotas bajas y de altas coníferas en las zonas de cumbre. En la denominada Alcazaba de Soportújar, una azotea natural desde donde se divisa en mar y en días claros las costas norteafricanas, abrió hace tres décadas el centro budista O’Sel Ling que inauguró el propio dalai lama. La estupa, la rueda de oraciones, el templo y las celdas donde meditan monjes, hombres y mujeres de profunda espiritualidad guarda un lejano eco con las alturas tibetanas. La belleza del lugar, el silencio que rodea estos parajes, la concentración que los seguidores budistas siguen en todo momento profundiza en la relación de la persona con la feraz naturaleza que lo rodea.

Toda la montaña de Soportújar es un espacio natural protegido que linda con el Parque Nacional de Sierra Nevada. En primavera, en tiempos de deshielo, el barranco del río Chico es un escenario de deportes acuáticos, de barranquismo y descenso de cañones. Su cauce alto es una sucesión de encantadoras cascadas, caminos de tierra y piedra que brincan entre alturas entre la presencia de la cabra montés. El río desciende entre paredes y farallones y poco antes de alcanzar la cota del pueblo templa su ímpetu y recoge las aportaciones de otros regatos cercanos que lo alimentan antes de desaparecer a los pies del valle, allí donde el Guadalfeo es un río mayor a punto de expirar en el cercano mar Mediterráneo.

En la sierra de Soportújar hay pistas de altura para la práctica del parapente y senderos que como el GR7 unen parajes de extraordinaria belleza, poblaciones vecinas como Cáñar y Carataunas. Muy cerca de allí se hallan los tres encantadores pueblos que conforman el barranco del Poqueira, la estampa más conocida de la Alpujarra. Soportújar queda próxima a Pampaneira, Bubión y Capileira. Pero a diferencia de estas últimas, en Soportújar aún es posible disfrutar de la tranquilidad de una Alpujarra hechizante, desconocida y espiritual.

F: National Geographic

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