El pueblo de las Alpujarras que ha sido hechizado por las brujas

Perdido en un pliegue de la cara sur de Sierra Nevada, esta minúscula localidad granadina de casas blancas y abigarradas esconde un secreto a voces: por sus calles transitan brujas, hechiceros y nigromantes envueltos en realidad y leyenda. Cada año, con la llegada de Halloween, se vuelve todavía más misteriosa. El imaginario las describe como poco agraciadas, con nariz prominente y sombrero de punta, al galope sobre su escoba voladora. También se les atribuye poderes mágicos y la capacidad de provocar maleficios. Así son, a grandes rasgos, las brujas de los cuentos. Unos seres misteriosos que encontramos, sin ir más lejos, en un pequeño pueblo de Granada.

Soportújar es un abigarrado conjunto de casas blancas que se esconde en la Alpujarra alta, en pleno Parque Natural de Sierra Nevada. Un lugar en el que todo, desde la propia historia hasta el mismo gentilicio, gira en torno a la brujería. Perderse por sus callejuelas es toparse con miles de leyendas que remiten a cuevas secretas y hechizos de luna llena.

Para empezar, la propia Baba Yagá que saluda desde la entrada. Un personaje recurrente en la mitología eslava, al que los libros describen de manera aterradora. Cuentan que vive en una casa con patas de gallina (más adelante se la verá en una de las calles) y que se alimenta nada menos que de personas. A su encuentro se llega tras la llamada Cueva del Ojo de la Bruja, en un barranco cerca al cementerio. Aquí se dice que antaño se practicó la nigromancia. Incluso que existe una grieta por la que vagan las ánimas en pena.

Otras dos brujas anónimas, esta vez preparando una pócima en un caldero, irrumpirán al lado del Ayuntamiento, justo delante del Mirador de las Brujas, desde donde se vierte la mejor panorámica del entorno. A partir de este momento, todo será perderse por el laberinto de callejuelas en busca de huellas escalofriantes.

Pero, ¿de dónde viene esta curiosa tradición a caballo del mito y la leyenda? Hay que remontarse a los tiempos de Felipe II, allá por el siglo XVI, cuando la Revolución de las Alpujarras logró la expulsión de los moriscos es este escondido territorio. Es entonces cuando Soportújar tiene que someterse a una repoblación. Son las familias llegadas del norte, en su mayoría de Galicia, quienes traen consigo sus costumbres paganas, todo un arsenal de creencias presididas por esas meigas que, como bien reza el dicho, ‘haberlas haylas’. Y así, el pueblo se llena de historias siniestras que con el tiempo van tomando forma hasta convertirse en un reclamo turístico.

Hoy las brujas forman pare del acervo cultural de Soportújar y tras sus pasos llegan los visitantes, dispuestos a hallar un toque mágico en este rincón andaluz. Así dan con la Fuente del Dragón, cuyas aguas tienen propiedades afrodisíacas, y con el Pozo de los Deseos, en el que habrá que echar una moneda para evitar la mala suerte.

Siempre a pie por empinadas cuestas se llega a los Calderos Mágicos y a la famosa Viuda Negra, una araña gigantesca en la que, bajo sus patas, hay que pedir un deseo. También se llega a la Fuente del Chorro, en la que hay impreso un acertijo imposible de resolver. Y a la Casa de Caramelos que recuerda a la de Hansel & Gretel. Y a la Era de los Aquelarres, ya en las afueras, donde hay quien asegura haber visto a brujas volando en sus escobas.

Realidad o ficción, lo cierto es que un halo misterioso preside cada rincón del pueblo. Habrá que hacer caso a la advertencia que figura en la calle Zanjilla (que es, por cierto, dicen, la más estrecha de España): «De día las brujas puedes ver, pero márchate antes del anochecer». Ya se sabe.

Desde Granada a Lanjarón, puerta de entrada a la Alpujarra, hay 47 kilómetros y 17 más allá, por una carretera que sesafía al mareo, está Soportújar.

Cualquier época del año es buena para viajar a la Alpujarra, cada una con su encanto, pero el otoño además de los colores que visten sus bosques tiene el aliciente de la celebración de Halloween. En el verano celebran su Feria del Embrujo (la segunda semana de agosto) donde invocan a las brujas entre divertidos talleres, danzas, conciertos y disfraces.

Los pueblos blancos de la Alpujarra, construidos sobre laderas imposibles, bien merecen una visita. Comenzando por Lanzajón un pueblo cuyas aguas tienen propiedades mineromedicinales que alimentan su balneario. Después Órgiva, con una iglesia barroca con campanarios gemelos que son visibles desde la distancia. Y de ahí al barranco de Poqueira, con los tres pueblos más bellos y conocidos de esta comarca, Pampaneira, Bubión y Capileira con su característica arquitectura alpujarreña.

F: Hola

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